Abstract
Lo que tengo para explicar en este artículo tiene que ver con las preocupaciones que me llevaron a estudiar Antropología cuando ingresé a Cambridge a fines de los ‘60. Acababa de completar mi primer año como estudiante de ciencias naturales y estaba profundamente desilusionado. No es que no estuviera fascinado por el fenómeno de la naturaleza. Mi desencanto provenía de una temprana comprensión de que el establishmentcientífico estaba tan institucionalizado, tan internamente especializado y era tan jerárquicamente opresivo que lo máximo que uno podría alcanzar como científico sería transformarse en un pequeño engranaje de una empresa colosal.