Abstract
El campo de estudios sobre la violencia ofrece un territorio estratégico para los discursos sobre la contemporaneidad. Podemos decir que ocupa un lugar central en las disputas por la definición del presente, por la comprensión de la experiencia contemporánea con sus mundos marginales, su dimensión episódica y fragmentaria; época marcada por la diferencia y la falta de propósitos de las formaciones sociales. La violencia en sus diversas formas es representada como un campo de la experiencia social que se respira en las brechas de la crisis de la modernidad y la búsqueda de interpretaciones alternativas a la sociedad contemporánea1.