Ideología y ansiedades en masculinidades: aportes ético-metodológicos para una sexología social
Abstract
Esa presentación no responde a los cánones estipulados de un trabajo de investigación típicos de la sociología o la antropología social, ni a los del campo de la sexología clínica ni educativa. Este escrito tiene la intención de ser un documento que nos invite a la reflexión, a la vez que argumenta desde un marco teórico abundante y una metodología lo más detallada posible (pero a la vez accesible a quien lea) algunas líneas de lo que podría ser un incipiente campo de la Sexología Social.
La sexología es un campo interdisciplinar, en constante construcción, con saberes y herramientas de acción provenientes de la medicina, la biología y la psicología en su mayor parte, pero también nutrido de grandes marcos como la sociología, la psicología social, la antropología social y cultural, la estadística, la filosofía, y el gran papel de la educación, la pedagogía y la didáctica, para construir el campo de la educación para las sexualidades.
Partiremos de una epistemología relacional. Esto quiere decir tanto hacerse de la realidad social como del pensamiento, que va desde las dimensiones teóricas a los hechos empíricos y viceversa, es un continuo proceso de reflexividad entre diversos pasajes y fases, también metodológicas, intermedias, siempre relativamente autónomas. La ambivalencia individuo/sociedad está lejos de resolverse porque desde este posicionamiento asumimos que la relación tiene una raíz (o núcleo, o referencia) no contingente mientras se despliega en su contingencia. El desarrollo de esta ambivalencia en la post-posmodernidad es estructural: la persona humana crece al mismo tiempo en la dependencia y en la autonomía respecto de la comunidad/sociedad/cultura de pertenencia.
En sexología utilizamos conceptos provenientes de la antropología social para hablar de sociedad. Pero aun así utilizamos conceptos estáticos y totalmente estructrantes (lo que estructuran estos conceptos es lo real; una realidad descrita en términos cerrados, no dinámicos). Si vamos más allá y contemplamos los procesos sociales que requieren nuestra atención en contextos como el de nuestro país, nos ocupará una sociedad como sistema de diferencias. En nuestra sociedad cada sujeto, cada persona, cada posición social, constituye una forma de expresión de esas diferencias. El concepto de rol o función social adquiere una vida total, una
conceptualización plena y dinámica, por lo que tiene una identidad relacional particular.
Nuestro objeto de estudio no es otro que el sujeto social sexuado en relación. Es decir, no solo vemos al sujeto social de forma individual sino colectivamente, en plena tensión entre su subjetividad y las subjetividades de lxs otrxs con quienes conforma un ejido social con identidad propia (y a la vez en búsqueda de ella). Las identidades de género (como es el caso que nos convoca –los varones-), las identidades sexuales (los movimientos y/u organizaciones gay, trans) las identidades a partir de las prácticas sexuales (amor libre, poliamor, amor romántico), las identidades étnicas (pueblos originarios, organizaciones por la ocupación de tierras), ecológicas (colectivos ecológicos, alimentarios), identidades a partir de la erradicación del especismo (animalistas, opositores a la explotación animal), identidades religiosas y de cosmovisiones (si hasta ha aparecido el terraplanismo, aun sin orden cosmogónico), son ejemplos de ello.
Aunque nos parezca ajeno, en los colectivos que construyen una identidad no devenida de lo sexual, se dan relaciones de poder como en cualquier ámbito social, por lo que los varones son en una gran mayoría quienes tienen el poder público y la toma de decisiones. El ser humano, por el hecho de ser humano es sexuado y sexual; genérico y presente de placer.
Partiremos de una epistemología relacional. Esto quiere decir tanto hacerse de la realidad social como del pensamiento, que va desde las dimensiones teóricas a los hechos empíricos y viceversa, es un continuo proceso de reflexividad entre diversos pasajes y fases, también metodológicas, intermedias, siempre relativamente autónomas. La ambivalencia individuo/sociedad está lejos de resolverse porque desde este posicionamiento asumimos que la relación tiene una raíz (o núcleo, o referencia) no contingente mientras se despliega en su contingencia. El desarrollo de esta ambivalencia en la post-posmodernidad es estructural: la persona humana crece al mismo tiempo en la dependencia y en la autonomía respecto de la comunidad/sociedad/cultura de pertenencia.
En sexología utilizamos conceptos provenientes de la antropología social para hablar de sociedad. Pero aun así utilizamos conceptos estáticos y totalmente estructrantes (lo que estructuran estos conceptos es lo real; una realidad descrita en términos cerrados, no dinámicos). Si vamos más allá y contemplamos los procesos sociales que requieren nuestra atención en contextos como el de nuestro país, nos ocupará una sociedad como sistema de diferencias. En nuestra sociedad cada sujeto, cada persona, cada posición social, constituye una forma de expresión de esas diferencias. El concepto de rol o función social adquiere una vida total, una
conceptualización plena y dinámica, por lo que tiene una identidad relacional particular.
Nuestro objeto de estudio no es otro que el sujeto social sexuado en relación. Es decir, no solo vemos al sujeto social de forma individual sino colectivamente, en plena tensión entre su subjetividad y las subjetividades de lxs otrxs con quienes conforma un ejido social con identidad propia (y a la vez en búsqueda de ella). Las identidades de género (como es el caso que nos convoca –los varones-), las identidades sexuales (los movimientos y/u organizaciones gay, trans) las identidades a partir de las prácticas sexuales (amor libre, poliamor, amor romántico), las identidades étnicas (pueblos originarios, organizaciones por la ocupación de tierras), ecológicas (colectivos ecológicos, alimentarios), identidades a partir de la erradicación del especismo (animalistas, opositores a la explotación animal), identidades religiosas y de cosmovisiones (si hasta ha aparecido el terraplanismo, aun sin orden cosmogónico), son ejemplos de ello.
Aunque nos parezca ajeno, en los colectivos que construyen una identidad no devenida de lo sexual, se dan relaciones de poder como en cualquier ámbito social, por lo que los varones son en una gran mayoría quienes tienen el poder público y la toma de decisiones. El ser humano, por el hecho de ser humano es sexuado y sexual; genérico y presente de placer.
¿Cuál es nuestro método de acercarnos a lo real? Uno en construcción, incipiente; cuali-cuantitativo, pero que nos permita registrar algo más que lo que los sujetos dicen, hacen o dicen que hacen. Nutrirnos de técnicas y herramientas diversas, de distintos campos, incorporando el factor creativo para adaptarnos al factor dinámico. Elaboraremos así estrategias metodológicas emancipadoras en las que lxs mismxs sujetxs involucrados (el individual, el colectivo, el institucional) se vean inmersos y sean parte de la construcción de datos y elaboración de conclusiones. Esas conclusiones que no serán otra cosa que saberes sociales y aprendizajes desde una situación educativa dialéctica compleja, no directiva ni vectorizada. Quien lea este documento esta invitdx a acompañarme en esta alternativa forma de dinámica, ya que el presente texto no responde a apartados ortodoxos de orden y escritura.
La realidad y nuestro contexto nos interpelan, y no podemos dejar de seguir construyendo conocimientos que solo sirvan a la academia, a las hegemonías, y perpetúen la reproducción de los saberes sin criticarlos siquiera. Somos personas quienes construimos esos conocimientos sobre unxs otrxs que anhelan la libertad y el ejercicio de su sexualidad plena, responsable, placentera, etc., desde un ser reconocidos parte subjetiva social de nuestra Sociedad-Estado. Si buscamos para nuestro campo propio una democratización de los saberes debemos comenzar por construir colectivamente una pragmática de la producción cultural sexuada. Una erótica participativa, un lenguaje de discursos y contradiscursos.
El desafío es abandonar el positivismo y dejar de lado el pensamiento del sujeto como mero actor que autónomo y/o como producto de la sociedad, es decir como parte de un todo, sea solo resultado de una dicotomía entre lo particular y lo general.
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