Abstract
Con cierta frecuencia los antropólogos nos vemos obligados a reconocer que ciertos términos, conceptos y categorías utilizados regularmente en nuestro discurso, revelan una carga abrumadora de sentidos extrateóricos, al punto de perturbar la exposición de una razonamiento cuya objetividad y cientificidad conquistáramos duramente y con gran esfuerzo. Especialmente en el caso de nuestra actividad, en cuanto a antropologos latinoamericanos, esas dimensiones equivocas de la terminología nos conducen una y otra vez a reflexionar, no solo sobre los contenidos de lo que queremos exponer, sino también y muy dolorosamente sobre la palabra misma, sus pliegues ocultos, sus tramas ideológicas.