Abstract
Al concebir a la Antropología como la Ciencia del Hombre asumimos la imposibilidad de negar la doble dimensión humana, la biológica y la cultural. Un animal sujeto a las contingencias de la naturaleza, pero sumergido en redes de significaciones, acciones y pensamientos. En la relación biología-cultura es donde se inscriben los tópicos que nos convocan: la muerte y el morir. En esta línea de análisis, señala Thomas que “las diferencias con el animal, por importantes que parezcan, no son de naturaleza, sino del orden de las acentuaciones” (Thomas; 1983: 11). De esta forma muchos de los animales se muestran como fabers, hacedores y fabricadores, con complejos sistemas de comunicación. En función de lo dicho, el autor refiere a lo que se ha llamado la “brecha bioantropológica”, el hombre es el único animal con conducta thanatológica, es el único que sepulta a sus muertos, que construye la idea de cadáver.